Permanecía allí. Podría ser un muelle donde la mirada se perdía en el horizonte marino, o el andén de una estación de tren. Asomarse a una ventana de cristales empapados de rocío. Pero aquel lugar no existía. Daba igual el donde, ni el siquiera el cómo importaba, y casi que ni el cuando, porque ese cuando tampoco existía.Todo parecía embrujado. Y la vida continuaba pasando a su lado, perdiendo instantes que no regresarían jamás. Uno a uno iban desapareciendo, el lugar, el cuando, el por qué dejó ya de preocupar. Y la vida siguió pasando, y entonces comenzó a pasar tambien. Se apagaron las luces, nace una película.
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Fotografía extraída de Razón Aurea.
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