Cuando quiso darse cuenta, era otra vez otoño. Había perdido la noción del tiempo que llevaba fuera de casa, huyendo de una pesadilla a la que ella misma puso fin. Ya ni recordaba el cuchillo ensangrentado que le tintineaba en el bolsillo.
Las crujientes hojas amarillentas tapizaban las vías del tren, pero dejaban intacto el raíl sobre el cual ella jugaba a la cuerda floja. El único sonido que la acompañaba era el silbido del viento. En todo aquel tiempo, no había visto un solo tren. Ni una sola persona. Sólo ella y la vía. Y una paz intranquila.
Se acabaron las noches en las que ella esperaba a su padre borracho. Se acabaron las noches en las que su padre dejaba de cortar leña para cortarle la infancia. Y empezaba un camino incierto hacia una niebla lejana, que cada vez se hacía más espesa; una oscura boca que se abría más y más para engullirla.
Cuando quiso darse cuenta, era otra vez de noche. Y esta vez, la oscuridad parecía no tener fin. La vía del tren había desaparecido para dar lugar a un cementerio alfombrado de putrefactas hojas amarillentas. Los nichos de mármol resplandecían como si fueran apariciones. Sólo había un cartel con el que orientarse, pero lo único que lograba era desorientarla más aún: “BIENVENIDOS A SILENT HILL”.
Las crujientes hojas amarillentas tapizaban las vías del tren, pero dejaban intacto el raíl sobre el cual ella jugaba a la cuerda floja. El único sonido que la acompañaba era el silbido del viento. En todo aquel tiempo, no había visto un solo tren. Ni una sola persona. Sólo ella y la vía. Y una paz intranquila.
Se acabaron las noches en las que ella esperaba a su padre borracho. Se acabaron las noches en las que su padre dejaba de cortar leña para cortarle la infancia. Y empezaba un camino incierto hacia una niebla lejana, que cada vez se hacía más espesa; una oscura boca que se abría más y más para engullirla.
Cuando quiso darse cuenta, era otra vez de noche. Y esta vez, la oscuridad parecía no tener fin. La vía del tren había desaparecido para dar lugar a un cementerio alfombrado de putrefactas hojas amarillentas. Los nichos de mármol resplandecían como si fueran apariciones. Sólo había un cartel con el que orientarse, pero lo único que lograba era desorientarla más aún: “BIENVENIDOS A SILENT HILL”.
El cuchillo ensangrentado volvió a tintinear en el bolsillo de Angela, recordándole lo que había hecho.
(Inspirado en Angela, de Silent Hill 2)
Me gustó. Aterrador, escalofriante.
ResponderEliminarUn saludo indio
Estoy escuchando el tintineo...aaarrrrgggg!!!
ResponderEliminarSaluditos de la chica knife.
que miedo, por eso no veo pelis de miedo
ResponderEliminarBuen relato, con buen ritmo y un final inesperado.
ResponderEliminarUn abrazo.
Siempre quise ser equilibrista por la cuerda floja de un rail de tren... y pisar hojas amarillentas...
ResponderEliminarMe inquieta esa paz intranquila.
Estupendo micro.
B7s
Casa muy bien con la historia de Silent Hill :) Enhorabuena por este texto tan duro como magistral. Un abrazo
ResponderEliminarMuy bueno, me he quedado con ganas de saber un poco más. Gran narración. Me ha gustado el juego que has hecho con "Cortar leña, para cortale la infancia"
ResponderEliminarUn saludo
Hola, paso y dejo mi saludo...
ResponderEliminarTe abrazo
MentesSueltas
Que gran homenaje a un gran juego... te quedas con ganas de seguir leyendo...
ResponderEliminarMe encanta el Silent Hill, y quiero volver a jugar al 2
ResponderEliminarHola Laura, bonito relato basado en la peli de miedo Silent Hill... que me ha provocado evadir mi mente del caluroso verano al fresco otoño... Las crujientes hojas amarillentas... Muy chulo!
ResponderEliminar