Evocación sintética

La aguja hipodérmica atravesó la piel sin apenas resistencia y penetró en la vena. Poco a poco el émbolo cedió y la sustancia comenzó a mezclarse con su sangre. Le temblaba el pulso, pero ya no había vuelta atrás.

-Despacio -le dijo el otro-. Si no te va a dar un chungo.

La jeringa terminó de vaciarse y el rubio se la sacó rápidamente mientras se recostaba sobre el suelo.

-¿Cómo te sientes con casi sesenta pavos flotando por dentro?

Las palabras comenzaban a sonar ajenas, distantes, flotaban hasta él y las escuchaba mediante un sentido que no era el del oído. El rubio tardó varios minutos en contestar.

-Tenías razón. La diferencia es increíble, por caro que sea merece la pena pagar más por el correspondido.

Siguieron perdidos en sus ensoñaciones durante algo más de ocho horas, sin decir una sola palabra y sin acordarse de comer. Finalmente fue el rubio quien, con los ojos aún cerrados, volvió a abrir la boca.

-Tío... tienes que... llamar a tu contacto -le costaba articular cada palabra, que parecían empeñadas en atascarse en su garganta; tenía que mascarlas antes de conseguir soltarlas- y que nos reserve... para mañana... otras dos dosis de amor.

Su compañero sólo sonreía.

Imagen de *darkpi

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