25 may 2009

Evasión

.- ¿Esa es tu última voluntad? -le dijo - ¿Leer un libro?
.- No es un libro cualquiera, es mágico -respondió el joven reo.
.- Sí, bueno. No creo que te de tiempo a leerlo -dijo el guardia al retirarse sonriendo por el pasillo - Al alba vendremos por ti!
Permaneciendo inmóvil frente a los barrotes, sintió como la vida se marchaba a través de ellos abandonándole.
Entonces reparó en el libro. “El cuento” se llamaba. Fue lo único que conservaba de su abuelo. Recordó como cada noche de luna llena le contaba que los cuentos cobraban vida. Y esa noche allí estaba ella, cómplice del momento.
Y comenzó a leerlo…
En noche de luna llena, has venido a mi encuentro, en la peor de tus pesadillas, cuando ruge el mar y truenan los infiernos, se abre, a la velocidad del viento, la puerta de tu sueño.
Al alba, cuando abrieron la puerta hallaron la celda vacía.

20 may 2009

En cada constelación, un marinero

Una noche oscura en la que sobre la luna se reflejaba la sonrisa del octavo pecado capital cometido por el mar, el que nunca había querido ser marinero, cogió el pequeño barco que generación tras generación había pertenecido a su familia y salió a navegar.


Durante los pocos minutos que duró su corta travesía, al fin lo comprendió: encontró los para él hasta ahora desconocidos atlas de las estrellas en las olas que dibujaba el mar y, tras un profundo y largo suspiro, arrojó en él las cenizas de su padre.


Confiando ciegamente, por primera y única vez en su vida, en que por la vida de cada marinero que el mar se cobra, una nueva estrella comienza a brillar en cada constelación…

8 may 2009

Novena sinfonía de un viejo poeta

Se respalda contra la silla y mira hacia la ventana. El cielo, plagado de nubes, le trae a la memoria aquellas camelias blancas de su juventud. Respira profundamente y el olor a incienso que desprende la vieja biblioteca invade por completo sus pulmones. Baja la vista hacia la mesa y sus ojos se posan sobre la última hoja en blanco que le queda. Coge la pluma y plasmando las mínimas curvaturas de un alfabeto efímero compone un adagio. Aquella hoja en blanco es ahora un campo de batalla cuyo escenario es un piano invertido en el que las teclas negras –sus grafías- luchan por vencer en número a las blancas –el propio papel-. Vencen las negras.


Tras la contienda entre negras y blancas, el viejo poeta da por terminado el último poema de su, también último, poemario. Y, entonces, su mente se nubla y vuelven a aparecer las sombras. En esta ocasión le ha dado tiempo a rubricar lo que ha escrito.

Nadie podrá robarle, esta vez, sus palabras… Salvo, quizás, él mismo. Si el último brote de su locura trae consigo una nueva batalla en la que los bárbaros –esas sombras que nublan su razón- devasten todo cuanto encuentren a su paso…

Imagen de ~Benbe.