Estábamos trepando por los tejados persiguiéndonos como hacíamos cada día, por primera vez iba a pillarle cuando perdió pie y cayó. La altura no era mucha pero el caer de cabeza no le ayudó demasiado. Tenía un brazo en una postura antinatural para una persona. Todo él comenzó a temblar como lo hacen los endemoniados en el templo, pero su mirada fue lo peor, me miró sin pestañear exigiéndome algo imposible, inhumano.
Ayer me mandó su familia un mensaje, saben que estaré cerca y requieren de mis servicios. Siempre estaré en deuda con ellos por guardar el secreto y con mi amigo Lázaro, al que volveré a salvar esta noche, si mi padre quiere.
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