Tras un parón bloguero, debido a la cantidad de trabajo que he estado realizando este último mes, y que no me ha permitido dedicarle el tiempo justo y necesario a este espacio de Deprisa, volvemos con nuestro día a día.
Y como es lunes, estrenamos la semana con el microrrelato Sin Ser, obra del autor zaragozano (casetero para más señas) David Rozas.
El
pitido en sus oídos se acrecentaba a medida que hundía los dedos en el fango.
Su corazón bombeaba lo suficiente para donarle las energías necesarias y seguir
arrastrándose sobre el lodo y la sangre de sus vecinos.
Poco importaba ya la lucha. A tan solo
unos metros, Saúl resistía en la cabaña, descargando su fusil desde la ventana.
Podía distinguir el martilleo tan característico del arma entre la amalgama de
pitidos y los gritos de los que aún agonizaban retorciéndose alrededor de ella.
Su hombre era un excelente francotirador. Habría derribado a decenas de esas
criaturas desde su posición. Lara estaba segura de ello.
Dos metros para alcanzar la puerta
trasera, y la visión de la joven se nubló peligrosamente. Ya no podía respirar
por la nariz y jadeaba por la boca. Arrastrarse con la espalda arqueada de
dolor y un desgarro sanguinolento que rodeaba todo su muslo acabaría con ella.
Pero antes tenía que alcanzar la cabaña
y contárselo.
No podía abandonar esa vida sin
revelarle su estado. Ese ser diminuto que comenzaba a gestarse en su vientre
habría de traerles esperanza en mejor tiempo, pero al menos, si la oscuridad
caía finalmente sobre ellos, ambos debían de ser partícipes de la buena nueva.
Quizás así Saúl cobrará fuerzas inusitadas y acabará con ellos. Aun sin
munición.
Aun con sus propias manos.
Lara arribó al quicio de la puerta y
descubrió que ésta se hallaba entreabierta y cubierta de chorretones oscuros
que resbalaban hasta el cemento. Una punzada en las sienes la sorprendió cuando
pretendía apoyarse sobre sus manos y ponerse en pie. Esa sensación acuciante de
fatalidad se incrementó cuando su cerebro le reveló que llevaba demasiados segundos
sin escuchar los disparos del fusil.
Entonces, las fuerzas la abandonaron.
Quiso reaccionar al comprobar el olor
fétido que emanaba de la vivienda, pero el nudo en su garganta ahogó el grito. Angustiada,
susurró su nombre desde allí; “Saúl, cariño… ¿Estás ahí…? Saúl…”, con la cabeza
asomada al interior.
La cabaña solo le devolvió el silencio
que ronda a la muerte. Y de fondo, los sonidos inquietantes de unos chapoteos
robaron toda esperanza de la muchacha en un suave estertor.
David
Rozas Genzor (Zaragoza, 1979) publicó su primer
trabajo en 2012, "Desde las entrañas", una antología de terror que le
ha valido varias nominaciones a premios literarios del género. Durante 2013 ha
participado en varios proyectos junto a otros autores hispanos, entre los que
destaca "El Legado de Christie", que verá la luz este año. Es el
creador y organizador de las jornadas literarias de su barrio, Casetas.
Actualmente coordina las publicaciones de La Pastilla Roja Ediciones y prepara
nuevos trabajos.
¡Me encanta cómo escribe este chico!! ;)
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo. su manera de escribir es...diferente Por un momento me he sentido muner arrastrandome hacia la cabaña jejeje.
ResponderEliminarSigue asi David...llegaras alto ( y yo podre decir que te conozco jejejeje ;-p )
Gracias, chicos. Un abrazo. ;-)
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