“No hay mejor compañera que la soledad ni mejor regalo
que una muerte rápida”, pensaba el capitán desde el módulo orbital. A la
deriva, solo y sin posibilidad de rescate, cada movimiento de diafragma le
robaba un poco más de vida, al tiempo que le devolvía la lucidez perdida
durante el accidente.
Tendría
que llorar algo si quería aliviar con las lágrimas la sed que le cortaba los
labios y le oxidaba la garganta. Sin fuerzas, llorar era más difícil que
rendirse. Llevaba horas en aquel exoesqueleto inutilizado por la sobrecarga de
los sistemas. Incomunicado y atrapado en el traje anclado al suelo, no podía
desplazarse ni mover los brazos.
Estaba
entrenado para actuar con arrojo ante una situación semejante, solo que su valentía
parecía haberse quedado en Tierra. Liberó la micro-dosis de cianuro de potasio
encajada entre sus muelas y esperó. La muerte tarda demasiado cuando la buscas,
como los taxis.
“El final fue rápido e indoloro”,
mintió el responsable de la Nasa a su viuda.
Cristina Jurado es licenciada en Publicidad, vive en
Dubai con su marido y sus dos hijos, y estudia Filosofía por la UNED en sus
ratos libres. Sus relatos de fantasía y ciencia-ficción han aparecido en
diversas antologías y revistas digitales, y su novela “Del Naranja
al Azul” (www.dnazproject.com ) salió
publicada el año pasado. Mantiene el blog Más
ficción que ciencia (http://blogs.libros.com/literatura-ciencia-ficcion/)
en la web Libros.com sobre el
género que más le gusta y cualquier otro tema que llame su atención.
Un micro muy bueno, me gusta la comparativa final con ese toque de mala leche.
ResponderEliminar¡Gracias Daniel! Un amiguete dice que tengo un estilo "malalechil". Me alegra que te haya gustado :-)
ResponderEliminarMagnífico microrelato, ¡felicidades!
ResponderEliminarMe recuerda a un relato de Ray Bradbury, "Calidoscopio", que siendo muy diferente trata el mismo subsubsubgénero: la muerte solitaria en el espacio.